Parásitos
Un medio como El País puede ser sospechoso de anticlericalismo o de hacerle la sopa gorda al movimiento laicista español, pero la satisfacción expresada desde las altas jerarquías eclesiásticas habla por sí sola.
La jerarquía católica española ha logrado rascar un buen pellizco de las arcas públicas, algo que muchos apuntaremos en el debe del Gobierno de Rodríguez Zapatero. Me entristece ver cómo el Gobierno de más debería haber llevado al Estado español hacia un auténtico laicismo, haya comprado el silencio de los obispos. O eso, o algo peor, porque yo no entiendo por qué aflojar tanto dinero a un colectivo cuya única participación en la vida política española durante la presente legislatura ha sido para criticar al Gobierno, alineándose con las tendencias más conservadoras y reaccionarias del país.
Por otro lado, nos quedan los verdaderos católicos, cada vez más lejos de Roma y más cerca de la sociedad. Yo no pertenezco a la Iglesia católica, ni es probable que llegue a hacerlo algún día, pero por herencia cultural e historia familiar, tampoco puedo sentime totalmente ajeno a ella. Por eso me bulle la sangre pensar que esos parásitos seguirán desangrando a la Iglesia, con el perjuicio para la sociedad que ello supone, y con la aquiescencia de este Gobierno. Mientras tanto, las comunidades religiosas y fieles que realmente constituyen la Iglesia languidecen. No creo en el juicio final, pero si en el juicio de la historia que, seguramente dentro de mucho tiempo, pondrá a todos esos miserables en el lugar que merecen.
La jerarquía católica española ha logrado rascar un buen pellizco de las arcas públicas, algo que muchos apuntaremos en el debe del Gobierno de Rodríguez Zapatero. Me entristece ver cómo el Gobierno de más debería haber llevado al Estado español hacia un auténtico laicismo, haya comprado el silencio de los obispos. O eso, o algo peor, porque yo no entiendo por qué aflojar tanto dinero a un colectivo cuya única participación en la vida política española durante la presente legislatura ha sido para criticar al Gobierno, alineándose con las tendencias más conservadoras y reaccionarias del país.
Por otro lado, nos quedan los verdaderos católicos, cada vez más lejos de Roma y más cerca de la sociedad. Yo no pertenezco a la Iglesia católica, ni es probable que llegue a hacerlo algún día, pero por herencia cultural e historia familiar, tampoco puedo sentime totalmente ajeno a ella. Por eso me bulle la sangre pensar que esos parásitos seguirán desangrando a la Iglesia, con el perjuicio para la sociedad que ello supone, y con la aquiescencia de este Gobierno. Mientras tanto, las comunidades religiosas y fieles que realmente constituyen la Iglesia languidecen. No creo en el juicio final, pero si en el juicio de la historia que, seguramente dentro de mucho tiempo, pondrá a todos esos miserables en el lugar que merecen.
Etiquetas: anticlericalismo, catolicismo, constitucion, iglesia, laicismo
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